Por Sergio Parrilla García, practicante de psicología URJC
El canto y la danza son dos formas de expresión artística, y en específico la música como un factor importante para la formación de la personalidad humana (Willems, 2011); pero siendo más concretos, estas expresiones artísticas poseen cualidades únicas, como por ejemplo efectos positivos en el desarrollo físico, emocional y social. Todo esto se aplica para cualquier tipo de personas, independientemente de sus necesidades, y por ello los efectos del sonido y de la música sobre el ser humano se utilizan desde tiempos remotos (Chinga Helfers, 2022).
Antes que nada, por contextualizar, según la Word Federation of Music Therapy (2011), la musicoterapia es la utilización de la música y/o de sus elementos musicales (sonido, ritmo, melodía y armonía) por un musicoterapeuta cualificado, con un paciente o grupo, en el proceso diseñado para facilitar y promover comunicación, relación, aprendizaje, movilización, expresión, organización, etc.; pero en este artículo no nos centraremos tanto en la musicoterapia, sino más en proyectos musicosociales que a menudo se nutren de los fundamentos de la musicoterapia, los cuales utilizan la música como medio para mejorar la vida de las personas y las comunidades en las que viven, además de utilizarse como medio para la inclusión, el desarrollo social y comunitario (Abril Tena, 2021). Lo más importante a recalcar de un proyecto musicosocial es el hecho de que pueden existir diferentes rasgos, condiciones y capacidades en los usuarios en un mismo ámbito social, siendo prescindible el hecho de ser selectivo a la hora de formar un grupo de usuarios para la actividad; mientras que en la musicoterapia se buscan condiciones y capacidades comunes para realizar una intervención, por lo que sería imposible no ser selectivo.
Se ha tenido la oportunidad de realizar tanto una observación activa, como una participación reflexiva compartiendo el espacio socioeducativo de las actividades Adanza y Coro Alma destinadas a personas con diversidad funcional, observando como las actividades artísticas y psicosociales realizadas mejoraban múltiples aspectos como la autoestima, la comunicación, la coordinación, etc., pero lo más significativo de la experiencia vivida ha sido la progresión de cada usuario de la actividad, observándose cosas en común incluso cuando tienen diferencias entre si debido a su limitación, condición o discapacidad, y una de las más llamativas ha sido afrontar las barreras de comunicación que algunos poseen.
Muchos usuarios tienen dificultad para expresar sus emociones, cualidad la cual incluso personas que tienen la oportunidad de hacerlo, no pueden expresarlas correctamente; pero más que dificultad, es la complejidad que en algunos usuarios se da para que el resto decodifiquemos lo que trasmiten. La expresión existe de manera natural, pero el lenguaje que cada uno usa es lo que nos toca descifrar y así poder comunicarnos de otras formas, por ello estas expresiones artísticas ayudan a realizarlo con otro tipo de lenguaje, ya que la música es formulación, y representación de emociones, estados de ánimo, tensiones, y resoluciones mentales (Langer, 2009).
Gracias al canto, esas barreras de comunicación que los usuarios pueden presentar se consiguen disminuir, ya que el canto puede mejorar la comunicación verbal y no verbal, al igual que la práctica de cantar puede ayudar a mejorar la dicción, la pronunciación y la entonación, lo que lleva indirectamente a una mejor comunicación en general. Como decía Willems (2011), el canto (interior, si no vocal) es la expresión más natural de la música, donde además se desarrolla el dominio del ritmo y el oído musical. Además, en esta observación activa se ha podido ver cómo, a través de la imitación y la observación de los usuarios, tanto a sus compañeros como a los profesionales encargados de desarrollar la actividad, han mejorado su capacidad de expresión con el paso del tiempo, viendo resultados significativos con el paso de las sesiones, y demostrándonos como con el paso del tiempo, usuarios que solo eran observadores y tenían dificultades para expresarse, ahora son usuarios activos en las actividades de canto, participando en un alto porcentaje de la actividad, y consiguiendo expresarse de acuerdo a su estilo y forma de comunicación personal y única. Por ejemplo, una de las múltiples actividades que se realizaban era cantar la canción “Con los cacharros de mi cocina” como actividad grupal, donde la participación social en esa actividad ayudaba al fomento de la interacción y comunicación entre los participantes, además de la estimulación cognitiva como beneficio (ejercita habilidades cognitivas como la memoria, atención y concentración) debido a que hay que seguir instrucciones y mantener el ritmo adecuado, como también esa expresión emocional que permite la actividad, dando lugar a la expresión de sus emociones y creatividad. Todo esto mencionado anteriormente (además de por la metodología y objetivos de las actividades que se realizan) se produce por la creación de un entorno seguro y de confianza, y los usuarios con el paso del tiempo se muestran más abiertos a medida que se sienten cómodos en la actividad y con quienes los acompañan.
Por otro lado, la danza es otra expresión artística, dado que en muchos lugares del mundo se tiene tendencia a asociar la música con la danza, dado que esta no es más que la traducción corporal y emocional de la música (Programa de Formación para Mediadores, 2002). Se utiliza este arte en las sesiones, utilizando técnicas de danza las cuales mejoran aspectos concretos como la coordinación, orientación y motricidad; al igual que con el canto, la danza ayuda a disminuir las barreras de comunicación existentes. Por ejemplo, entre las actividades que se han tenido la oportunidad de ver, una de ellas consistía en la autoexpresión bailando de los elementos como el fuego y el viento, pudiendo dejar libremente a los usuarios que manifestaran de una forma creativa e individualizada esos elementos. Además de la creación de un entorno seguro y de confianza para ellos, con el paso del tiempo van adquiriendo más habilidades de danza y logran dominar movimientos más complejos, lo que a su vez beneficia a que su confianza se vea aumentada por poder afrontar esta actividad, y según lo observado en estas sesiones he podido observar cómo se ha producido en alguno de ellos un empoderamiento personal y mejora de la autoestima gracias a esta mejora de habilidades y movimientos complejos (en donde antes apenas eran partícipes de la actividad). Por otro lado, se ha podido observar como con el paso del tiempo y durante las actividades realizadas como en el ejemplo anterior, usuarios que tenían dificultad para expresar sus emociones, han ido poco a poco manifestándolas de una forma creativa e individualizada, cada uno de una forma particular y única, demostrándonos que la música es un lenguaje tan válido como cualquier otro para comunicarse con el mundo. Como menciona Rodríguez (2001), y a lo largo de todos estos meses de observación activa, podemos añadir que, como resultado del trabajo continuado y de la realización de obras bien estructuradas, el lenguaje del movimiento se ha hecho cada vez más comprensible para ellos, y poco a poco se ha ido apreciando cada vez más la necesidad de expresión individual, apreciándose beneficios sin duda (tanto en danza como en coro) y forjando así su personalidad mediante las expresiones artísticas mencionadas en este artículo.
En esta observación activa en los talleres musicosociales para personas con diversidad funcional, además de la literatura previa como base y lo mencionado anteriormente, podemos afirmar que, tanto el canto como la danza pueden tener beneficios significativos en el desarrollo de la autoexpresión de personas con diversidad funcional, permitiendo a través de una correcta metodología superar esas barreras de comunicación que algunos usuarios pueden presentar, dentro de un entorno seguro y de confianza donde hay diversidad de usuarios, con condiciones dispares y diferentes capacidades. Estas actividades pueden mejorar la autoestima, la comunicación, la coordinación, la atención, la memoria y la socialización de las personas con discapacidad; pero además, estas actividades les ayudan a expresar sus pensamientos, emociones y sentimientos de acuerdo a su estilo y forma de comunicación personal y única. Por lo tanto, es importante promover el acceso a actividades de canto y danza para las personas con diversidad funcional, ya que son una herramienta valiosa para fomentar la inclusión social y mejorar su calidad de vida y bienestar en general.